Vía la revista Semana se ha dado a conocer un nuevo proyectos arquitectónico en Bogotá, un centro cultural que, al parecer, será obra nada más y nada menos que del señor Foster, arquitecto de reconocido prestigio (dicen los medios). Antes de pasar a la crítica, unas palabras de «Misi» («conocida por sus musicales, ahora esta al frente de un proyecto que combina musicales y urbanismo»): «Somos un país esencialmente talentoso pero sin escenarios. La mejor cara de Colombia es la artística, los artistas son nuestros mejores embajadores y, hasta ahora, esto no está representado en ningún lugar. Queremos que desde aquí se multiplique el aporte de las industrias creativas a la economía; tenemos un potencial enorme en ese campo».
Es curioso que con este slogan lleno de lugares comunes Misi no entienda que en ese talentoso país también hay arquitectos. El proyecto no ha pasado por ningún concurso, ni falta que hace, pues ya tenemos a Sir Norman Foster. No tengo nada en contra del señor Foster, pero ¿no sería mejor un concurso público? ¿Mirar que quizás puedan existir propuestas mejores? No, lo que se quiere es un hito urbano obra de un arquitecto de renombre. ¿Para qué se necesita un espacio para el talento nacional? ¿Por qué no importar ese talento como se hace con el arquitecto? ¿Por qué no traer Broadway a Bogotá? Para poner al lector en antecedentes, Misi ha producido un sinnúmero de musicales en Colombia, y con gran éxit,o para no faltar a la verdad. Si equiparásemos a Foster con Broadway, sin embargo, podríamos terminar argumentando que si importamos a Foster, también podríamos importar a Broadway. Rehuyo del patrioterismo y del nacionalismo barato, pero me parece increíble que este tipo de proyectos se den a dedo sin pasar por ningún tipo de concurso público. Que, concurso mediante, el proyecto se lo lleve el señor Foster o el señor XXXX ( ponga aquí su star architect favorito) no se va a discutir, pero esta forma de adjudicación a dedo deja mucho que desear. A pesar de que en muchos lugares, España el primero, existen voces que certifican el fin de la arquitectura del espectáculo, no debemos darla por muerta. Siempre existirá una ciudad, un personaje, una entidad bancaria con ganas de implantar un Guggenheim en su ciudad. Para terminar, ojo al nuevo paradigma= musicales+planes urbanos (ironía ON)